Roberto Doberti: Estrategias del Habitar


NOCHE OSCURA

Atravesando la noche el caballero regresa tras esforzadas proezas.

El corazón se le aprieta cuando solo divisa la oscuridad

que enmarca la silueta del castillo.

Pero cuando de pronto se iluminan las ventanas y se abren las puertas, respira aliviado y exclama: ¡la princesa no me ha olvidado!

No bien ingresa es devorado.

Confundir la fiesta

con la respiración del dragón es un error frecuente pero fatal.



Corolario epistemológico:

uno nunca sabe



  • Instalando la Estrategia

Podría pensarse que esta disertación está destinada a describir y proponer ciertos procedimientos, recaudos o modos de actuación, para mejorar o posibilitar Habitar en Latinoamérica. Pero eso solo será en segunda instancia. Defraudando esas expectativas pero con la esperanza de generar otras, debo decirles que la disertación intentará mostrar, en su primer momento, al Habitar como Estrategia o para expresarlo de modo más rimbombante sub specie estratégica.

Acentuando la osadía plantearé poco más adelante una estructuración de los saberes y las prácticas que al asumir la relevancia del Habitar le otorgan a la Estrategia un lugar singular.

Una breve aclaración previa. Estrategia es un término de origen militar que nos viene del griego. De manera escueta su significado deriva de ágo <yo conduzco> y de ahí stratẽgós <capitán o general>, es decir que remite a un alto rango militar que ejerce quien comanda un ejército, y que se hace especialmente notorio en la instancia de preparación y desarrollo de las batallas.

Pero vamos a ir más allá de esto (de hecho ya se aplica a los más diversos campos, sea para las finanzas, la política, la educación o más sensatamente para las conquistas amatorias).

En este intento de recuperación y extensión de su sentido empecemos por señalar que lo propio del estratega, lo que lo constituye como tal, no es tanto un conocimiento o una habilidad como una posición.

Quiero insistir en la importancia de la posición, de ese ponerse en un lugar específico que configura al estratega, que le permite y lo obliga a construir una estrategia. Quede también como nota sustantiva que las estrategias no están, no se saben, las estrategias, como decíamos, se construyen. Bien, volvamos a la cuestión de la posición, y hagámoslo en la situación original del comandante de una fuerza militar en el desarrollo de una batalla. El estratega tradicionalmente se ubica, toma posición en un promontorio, en un lugar elevado, en un lugar desde donde pueda ver con amplitud. No es un lugar para actuar, es un lugar para orientar el hacer; ciertamente no es necesario que sea quien mejor maneje las armas ni quien tenga más fuerza o resistencia. El estratega, para no dejar de serlo, necesita sostenerse en esa posición, no debe ceder ni a la curiosidad para ver el detalle de un sector o una escaramuza interesante, ni a la tentación de ayudar con su cuerpo de escoltas al amigo en situación de infortunio. Esto no es fácil, no puede dejar su posición física ni su posición conceptual, debe seguir viendo la totalidad y el desarrollo estructural de la batalla. Así, y solo así podrá será eficaz. Pero para ser realmente eficaz deberá evitar toda reiteración mecánica de sus operaciones. Si le fueran anticipadas serían fácilmente contrarrestadas, pero todavía más importante es que el estratega debe tener en claro que no hay dos batallas iguales, que la agudeza de su visión no debe claudicar nunca.

Pero como no soy experto en la guerra, y más bien la odio, prefiero desplazarme a otros campos en los que funcionan operaciones estratégicas, en rigor donde son necesarios ejercicios estratégicos o para decirlo de una manera más rotunda y comprometida donde sus ejercicios son estrategias.

Uno de ellos es el psicoanálisis puesto que lo que instituye al analista es básicamente una posición; posición espacial en la mayoría de los casos, y conceptual en todos. Es una posición que habilita una manera de entender, no es un socorro circunstancial y emocionado sino la capacidad de mirar donde, en la madeja de la angustia o el desconcierto –de alguna manera equivalente al fragor de la batalla- no suele mirar quien está en el centro de la situación. También es estratégica la actividad del arquitecto, o del diseñador en general, quien ocupa una posición frente a un tablero de dibujo o una pantalla de computadora, quien mira en totalidad la configuración que podrá resolver las condiciones de habitabilidad que están en juego. No es difícil reconocer equivalencias con el novelista, el cineasta y muchos más.

Dije que las estrategias no se saben, que las estrategias se construyen. En cierto sentido las estrategias exigen construir un no saber, un voluntario olvido o desdén por lo sabido, generar un campo de ignorancia.

Frente al diseño de una vivienda un arquitecto debe dudar y reconstruir desde esa duda la noción misma de vivienda, la lógica de su disposición física, de sus efectos simbólicos, de las tecnologías que la concretan y de los principios de su relación con el medio. No importa si el resultado final es original o no, si ese proceso de reconstitución se refleja ostensiblemente en la obra, lo que importa es que la obra será auténtica no por original o novedosa sino por originada desde sus fundamentos. Ni el Ulises de Joyce, ni muchos de los cuentos de Borges, ni ciertos trabajos de Kandinsky eran novelas, cuentos o pinturas antes de su circulación social.

En el lenguaje coloquial suelen oponerse estrategia y táctica, entendiendo a la primera más global y de largo alcance que la segunda, entendida más inmediata y restringida. Táctica deriva también del griego. En este caso de tássó <yo dispongo, arreglo>, raíz de donde deriva también sintaxis.

Si miramos bien vemos que la diferencia es esencial. Mientras la estrategia plantea la función de conducir, la táctica se contenta con disponer, arreglar, mientras el estratega se posiciona el táctico dispone las cosas. Mientras la táctica se juega con la acordada sintaxis, la estrategia intenta instituir un relato.



§  Hablar y Habitar

EN LA PLAZA

Una moneda rueda. Pudo haber caído de una mano o de un bolsillo

o pudo haber sido impulsada con la intención de hacerla deslizar.

Lo cierto es que una moneda rueda por el enlosado de la plaza del poblado. Alguien observa esa perseverancia en el rodar, ese continuar su camino guiada por el suave declive de la plaza.

Algunos otros se suman asombrados porque sigue rodando

 pese a los frecuentes resaltos del embaldosado.

Llegan a la perplejidad cuando la moneda al llegar al punto más bajo gira airosamente y remonta la pendiente tomando la vereda opuesta de la plaza. Solo se interrumpe cuando un grueso zapato la aplasta contra el piso

 y la mano del boticario la lleva a su bolsillo

atendiendo solo al pobre valor que porta.

El boticario no necesita ese escaso dinero

pero se retira satisfecho hacia su casa.

Al cabo de un rato, de apagadas voces comentando el suceso,

todo vuelve a la normalidad. Los niños reinician sus carreras y juegos,

los mayores comentan lo cotidiano o leen desganadamente sus periódicos.

Al día siguiente el boticario se acerca rengueando con su pie vendado

para mitigar el dolor de una extraña llaga que le ha aparecido.

Trepado a un árbol un niño invisible sonríe sin malicia y sin piedad.



Corolario epistemológico:

el hombre no puede dilucidar el misterio, porque ello implica ser más que humano, tal vez pretenderse dios;

el hombre no puede ignorar el misterio porque ello implica ser

menos que humano, tal vez mero simulacro.



Para cumplir con lo planteado al comienzo –mostrar el Habitar como una Estrategia- tengo que empezar por reiterar algunas cosas que ya he dicho en otras oportunidades.

He insistido en que el Habitar debe entenderse como un Sistema de Significación, y que conjuntamente con el Hablar –el otro gran Sistema de Significación- constituyen la matriz misma de la condición humana, armando el juego y la variabilidad de las culturas. He marcado también el anclaje del Habitar en la espacialidad y su relación estrecha con el estar, con ese verbo que en nuestra lengua se asocia con el ser y, a la vez, se distingue y en cierto modo se le opone. En tal sentido en nuestra tradición cultural el Habla se inclina por el ser y la propia cadena lingüística la inclina hacia la temporalidad. La base de la posibilidad de comunicar las ideas reside en el Hablar mientras que la base de la posibilidad de concertar los comportamientos reside en el Habitar.

También reitero que ambas sistemáticas se entrelazan de mil maneras en la complejidad de las prácticas sociales y que no se trata de ubicarse en uno u otro de los sectores. Se trata, de reconocer el estatuto de equivalencia fundacional y operacional del Habitar con respecto al Hablar, se trata también de ver sus similitudes y sus diferencias, se trata de reconocer la tensión entre ambos y su necesaria complementariedad.

Figura 1. Para ello imaginé un esquema o modelo gráfico que parte de las dos sistemáticas contexturando, es decir encuadrando y calificando, a las Prácticas Sociales y ubicando las personas y las cosas, digamos una diferenciación básica de lo que hay.

Figura 2. Desde ahí se determinan cuatro campos vinculados por las Prácticas Sociales o generados por dichas prácticas.

Figura 3. Desde el Hablar, preocupado por el ser y ocupado por comunicar, se generan discursos sobre las personas y discursos sobre las cosas. A esos discursos los denominaremos respectivamente Antropología y Cosmología. Perdonen ustedes la distorsión o ampliación excesiva de ambas palabras respecto del campo disciplinar que les es asignado, pero la alternativa de crear neologismos me parece que confundiría aún más, y pienso que de manera provisoria y solo en el contexto de esta presentación, los términos pueden entenderse en lo que aquí quiero decir.

Aceptado esto, la Antropología trata –es un tratado, un decir- acerca del ser humano, y la Cosmología trata acerca del consistir de las cosas.

Del otro lado, del lado del Habitar, centrado en el estar y ocupado en concertar los comportamientos, se constituyen dos campos de actividad sobre las personas y las cosas. Los podemos llamar respectivamente Ética y Estética –otra vez disculpándome por violentar los usos habituales de dichos términos- destinados al accionar de las personas y al estar de las cosas. Aquí Ética y Estética son ejercicios concretos de interacción con lo que puebla el mundo.

Figura  4. Es decisivo prestar atención a las ondas que vinculan en el modelo a la Antropología con la Ética y a la Cosmología con la Estética. Si se rompiera esa relación, si se cediera a la tentación de incluirse en un lado y renegar del otro, si el decir y dilucidar el ser de las personas se encapsula de tal manera que no atiende a su accionar o si las prácticas directas vinculadas con ese accionar se consideran autosuficientes y no recogieran las enunciaciones que las conceptualizan, entonces estaríamos en graves problemas. Tan graves como quedarnos solo con un intelectualismo vacío o con una operatividad ciega. Si miramos ahora hacia el área de las cosas la situación no difiere y tampoco requiere mayor aclaración.

Hablar y Habitar constituyentes de la condición humana, son similares en muchos aspectos y diferentes y hasta antagónicos en otros, pero se requieren mutuamente. Hasta justifican utilizar una analogía o metáfora propia de la física cuántica. Tanto puede verse y entenderse como reales los componentes –para el caso Antropología y Ética y también Cosmología y Estética- cuanto leer esa realidad como las ondas que los vinculan.

Figura 5. Por último vinculando, conteniendo o amalgamando todos los elementos y sentidos, del lado del Hablar se instituye una reflexión sobre el mundo, un planteo general y primero sobre el ser y el consistir. A esa reflexión la podemos llamar Metafísica, aunque eventualmente se definiera como negación y rechazo de toda Filosofía Primera y hasta se renegara del mundo para anclarse o refugiarse en su propio lenguaje. Para nuestra intención, y en el contexto de esta tesis, eso también cabe bajo el nombre de Metafísica.

Simétricamente, del lado del Habitar, la contención o amalgama de todos sus elementos, instituye una apropiación del mundo, una posición para instalar el mundo y operar en él, establecer una regulación del estar de las cosas y el accionar de las personas. A esa apropiación –hacerlo propio y apropiado, es decir no ajeno ni inadecuado- la llamaremos Estrategia. Esa posición que busca posicionarse, generalmente supone planificación, prefiguración, procesamiento, pero aunque eventualmente se planteara la conveniencia de actuar por impulsos directos y recobrar la supuesta autenticidad de lo espontáneo, también eso cae en la órbita de la Estrategia.

Figura 6. Y otra vez estas diferencias entre la reflexión y la apropiación, es decir, entre la Metafísica y la Estrategia están vinculadas por ondas, por ondas que atraviesan las sistemáticas significativas y las prácticas sociales.

Dejándonos llevar por la metáfora, vinculadas por ondas que ondulan al pasar por esos constituyentes básicos o bien que en su movimiento le dan vida a dichas sistemáticas y dichas prácticas. En cualquier caso por ondas que hacen que todo lo demás sea lo que son: emergentes históricos en permanente recomposición.

§  Presencia del Habitar y la Estrategia

Quiero resaltar ahora la presencia, el lugar y la importancia del Habitar y de la Estrategia que surge de este modelo.

Aquí habitar no es simplemente una de las funciones que estructuran la ciudad como lo establecía el urbanismo de la modernidad de las décadas del 20 y del 30, tampoco se especifica como temática exclusiva de la arquitectura y mucho menos en su atendiendo solo a la producción de vivienda, ni tampoco se disuelve en una asimilación con las condiciones que sustentan biológicamente el vivir, perdiendo así toda categorización y correlación conceptual.

Aquí Habitar tiene el mismo rango, la misma jerarquía, la misma sustantividad que el Hablar. Sobre el sistema del Habla como constituyente, distintivo y determinante de la condición humana mucho se ha hablado (la redundancia no es gratuita porque de eso se trata). Toda la tradición filosófica occidental le ha otorgado un lugar central y eliminado cualquier equiparación con otra sistemática. Y si algo competía con el Hablar eran complejas relaciones y tareas tales como la política, la economía o la ciencia, todas ellas solo comprensibles a través del habla o elaboradas por medio del habla, áreas que así de alguna manera resultan tributarias del Hablar.

Lo que estamos planteando, es decir, poniendo a consideración, intentando abrir estas cuestiones tan esenciales, es un esquema que marca la primordialidad, compartida con el Hablar, que tiene el Habitar.

Ese compartir –que es diferencia, tensión y también conjunción- en nuestro enfoque deviene necesario para entender la dinámica cultural.

El enfoque contiene y relaciona la reflexión sobre el mundo con la actividad de transformación, o sea con la apropiación del mundo. Aclaremos que cuando decimos apropiación del mundo nos referimos a distintos modalidades que van desde la apropiación perceptual, pasan por su proyección en medios simbólicos de representación y alcanzan la modificación y distribución concreta de lo existente.

Todas estas operaciones no se realizan sobre un mundo que le preexista y que quedaría pasivamente dispuesto para su apropiación, antes bien se realizan sobre un mundo que se constituye y se reformula continuamente por medio de dichas operaciones. En consecuencia, en correlación con el momento decisivo de la reflexión sobre el mundo –la Metafísica, siendo ésta lo que en distintas instancias se entiende por tal- presentamos a la Estrategia como la instancia clave –también variable y escurridiza- que se establece como lógica y mecanismo de la apropiación del mundo.

Habitar es entonces, el Sistema de Significación que se monta sobre la Estrategia, que la requiere y la habilita.

Habrá, hay y exploraremos, estrategias particulares del Habitar, pero antes hay una imbricación entre Habitar y Estrategia que es necesario reconocer, o al menos discutir, para hacer presente con toda su potencia de desmontaje y de construcción un modelo general, modelo conceptual que da la más profunda razón de ser a la elaboración de una Teoría del Habitar.

§  Orientación de las Estrategias

REITERACIONES

El señor le propinó a su lacayo un violento bofetón

con el revés de su mano derecha,

lo injurió con palabras altivas y también con palabras soeces,

y luego lo expulsó de su castillo.

El lacayo se internó en el bosque, sobrevivió como pudo

hasta que luego de un tiempo se incorporó a un grupo de bandidos.

No mucho después asesinó al jefe del grupo

y pasó a comandar esas oscuras huestes.

El azaroso éxito acompañó las acciones emprendidas por los forajidos,

lo que provocó no solo el fortalecimiento del grupo

sino también la ampliación de sus apetencias.

Finalmente decidieron atacar el castillo y otra vez el éxito los acompañó.

El jefe de la banda observó al ahora indefenso señor del castillo,

ocupó su lugar y lo convirtió en lacayo.

Un día el nuevo señor azotó a su lacayo con un violento bofetón,

lo injurió y lo expulsó del castillo.

El nuevo lacayo vagó por el bosque hasta que se encontró con

un grupo de ladrones y se unió a ellos; más tarde usurpó su jefatura...

Este monótono y asfixiante laberinto está causado por la condición de sus protagonistas: solo son señores o lacayos.



Corolario epistemológico:

el descrédito de la doctrina del eterno retorno

no proviene de su imposibilidad de refutación o verificación,

proviene del aburrimiento.



Si bien el Habitar de cada una de las personas, de cada grupo o sector y de cada pueblo, tiene diversidad de orientaciones o propósitos, en cada caso se puede encontrar un objetivo predominante o, en nuestros términos, una orientación particular que guía su Estrategia.

Podemos verificar en Iberoamérica el ejercicio frecuente de estrategias para sobrevivir. Estrategias puestas en funcionamiento por los individuos más vulnerables, menos afortunados, marginados o excluidos del sistema social. Del mismo modo podemos pensar en grupos o sectores con rasgos similares. Aunque en muchos casos se registran estrategias bien urdidas y exitosas, si solo apuntan a la sobrevivencia no alcanzan para modificar la situación de desamparo estructural que las justifica u obliga. Más extraña, pero no menos real, es la existencia de pueblos enteros que han sido llevados a un Habitar cuya orientación estratégica es la sobreviviencia.

En todos estos casos sobrevivir no se define solo como evitar o postergar la muerte; sobrevivir implica sostener una identidad, reconocerse en una Ética y una Estética que sobre una base tradicional se adecua, precisamente para sobrevivir, a las condiciones que impone la transformación tecnológica y social, apropiándose de ellas de manera particular e irreverente.

En franca oposición podemos ubicar una Estrategia del goce, un Habitar cuyo objetivo es gozar. Y aquí no estamos hablando de lo que podríamos llamar los placeres simples y tranquilos que tal vez pudieran tenerse. Aquí aludimos al gozar en los límites de la sofisticación, en la consecución de todo lo que se presenta como deseable, en la pretendida superación del tedio saltando frenéticamente de uno a otro goce sin tiempo siquiera para elaborar el deseo. Que nos dispongamos para esta Estrategia, más allá de la posibilidad de cumplimentarla aunque sea parcialmente, es la meta de todo el aparato publicitario y de toda la maquinaria de abrupta obsolescencia de todos los productos, y por supuesto también de las personas, que nos rodean. Los formatos tradicionales de los hedonistas o los llamados epicúreos, eran en comparación modelos sosegados y algo contenidos. La actual Estrategia del goce es una desesperada tentativa por evitar la vacuidad, no por ello menos egoísta y perversa.

Otros individuos y grupos orientan estratégicamente su Habitar hacia el triunfo, hacia el éxito. Esto supone generalmente una Ética que exige esfuerzo y preparación, pero cuyo valor solo se puede medir en términos de éxitos tangibles, sea de posición económica o social, o mejor ambas al mismo tiempo.

Cualquier recorrido nunca vale por sí mismo, solo la meta del triunfo lo justifica. De ahí un ordenamiento en ganadores y perdedores, en exitosos y fracasados. Y sobre esos otros cae la descalificación y el más despiadado desprecio. Si Habitar es apropiación del mundo, en la Estrategia orientada al triunfo los ganadores se apropian, en términos de la más dura y mecánica posesión, de todo el mundo.

En la sociedad capitalista del siglo XXI, otras personas y grupos, han adoptado una Estrategia cuyo objetivo es escabullirse. Esto está presente en todo nuestro mundo globalizado pero se manifiesta con particular énfasis en Latinoamérica. Desconfiando con razón de todos los formatos institucionales, donde no se los admite o se los relega a posiciones denigrantes, han optado por instalarse en los intersticios, en los lugares reales y simbólicos menos controlados, donde intentan escabullirse, hacerse invisibles, indetectables. Es difícil discernir en que medida esto es una imposición o una elección. El llamado trabajo informal o trabajo en negro y la condición de migrantes indocumentados son factores importantes en los modos de Habitar de quienes se escabullen, lidiando siempre con los límites que el orden imperante les habilita.

Otra orientación estratégica es ejercida por individuos, grupos y países, y sufrida por otros muchos. Se trata de la Estrategia de la dominación, cuya forma acabada es el sometimiento puesto que esto implica la aquiescencia del sometido a ese proyecto estratégico. Situaciones de esclavitud, de servidumbre y de marginación degradante son el inevitable resultado de la eficacia de la dominación. En términos concretos y específicos del Habitar esto supone una única modalidad o estilo de Habitar que se registra como adecuada, verdadera y, en última instancia como la única forma de Habitar legítima y posible. En rigor, se trata de una de las dimensiones sustantivas del aparato ideológico.

Nuestros pueblos, muchos grupos y organizaciones con voluntad de transformar en su medida y armoniosamente las formas actuales de Habitar en Latinoamérica, y los esfuerzos de quienes quieren hacer explícitas las condiciones de imposición ideológica, y más aún de quienes de hecho modulan otros cantos del Habitar, han puesto en ejercicio la Estrategia de la liberación.

Esta orientación viene de larga data y es evidente que el bicentenario que estamos conmemorando, es el bicentenario de los comienzos de la lucha por la liberación. Se trata de una orientación estratégica –con avances, desviaciones, frustraciones y recuperaciones- que no se inscribe solo en instituciones políticas, protocolos legislativos o concepciones filosóficas, se trató siempre de algo más decisivo, se trató de liberarnos para Habitar con dignidad, solidaridad y múltiples matices el espacio donde jugamos nuestra vida.

Precisamente, muchas vidas fueron segadas por sustentar una Estrategia liberadora –socavada tanto con medios frontales y brutales cuanto con procedimientos arteros e insidiosos- pero, en el fondo, la Estrategia de liberación es irrenunciable y está orientada hacia horizontes siempre renovados y se enriquece con la experiencia de todos los esfuerzos que demanda ese objetivo.

§  Motivos para atender al Habitar

Cabe preguntarse una vez más cuáles son las razones para ocuparnos con tanto despliegue y énfasis por el Habitar.

Ocupación y preocupación por el Habitar que nos llevó a la construcción de una teoría específica, o al menos a plantear sus bases e imaginar líneas de desarrollo, que nos pide la reformulación del Habitar en el contexto disciplinar de la arquitectura y el diseño, y en especial a verificar la necesidad de ponerlo en el eje orientador de la estructuración de su sentido.

Ocupación y preocupación que nos llevó a generar una asignatura con la designación expresa de Teoría del Habitar, primero en la Universidad de Buenos Aires y poco después, con sus rasgos y protagonistas propios, en la Universidad de San Juan.

Ocupación y preocupación que nos marcó la necesidad de trascender los límites de las disciplinas proyectuales para comprometer en su problemática a la Filosofía, a las Ciencias Sociales y a las Ciencias del Ambiente. También nos llevó, gracias a la comprensión y el aporte de muchos profesionales, estudiosos y profesores de diferentes vertientes a la creación de esta voluntariosa Asociación Latinoamericana de Teoría del Habitar, capaz de convocar Congresos en distintas latitudes y recibir hoy más de un centenar de ponencias.

Creo que una razón primordial para todo esto se devela por medio de la ubicación que le estoy acordando a la Estrategia. Dada esa ubicación de la Estrategia que emerge de la necesaria actitud humana de incidir sobre el mundo, de no instalarse resignadamente en un medio sino de instalar el medio, en definitiva, de apropiarse del mundo, se plantea actualmente como dilema o alternativa.

La cuestión es si cada uno –persona, grupo o pueblo- opera libre y lúcidamente su Estrategia o si cada uno –persona, grupo o pueblo- es operado con engaño o prepotencia por una Estrategia ajena.

La cuestión no es una simple y transparente elección, que si así fuera no dejaría mucho lugar para la duda. La cuestión es si se habilita esta cuestión, si lo poderosos medios, que no parecen tener límites en extensión y continuidad espacial y temporal, no inhiben el planteo mismo de una alternativa. Si podemos evitar ser habitados para construir una auténtica posibilidad de habitar. Entonces, la cuestión pasa primero por ser conscientes de la cuestión, porque un habitar consciente de las personas y de los pueblos no consiste en dejarse llevar por los hechos o la aceptación de las costumbres, sino en la elaboración y puesta en práctica de Estrategias destinadas a modelar un generoso accionar con los otros y una armónica regulación del estar de las cosas.

En este sentido, hoy la Estrategia básica es, como decíamos antes, una Estrategia de liberación, de simple pero necesaria apertura de posibilidades.

  • Habitar la Ciudad

FANTASMA AMABLE

Las gotas de lluvia cuelgan de las hojas de los árboles,

de los bordes de las cornisas y de los festones de los toldos.

También se acumulan en pequeños charcos

en las veredas y en el empedrado de las calles.

Hace ya buen rato que ha dejado de llover,

pero cuando una ligera ráfaga acelera los aires,

la lluvia que ya no es,

parece volver fugazmente cuando cae desde las alturas,

o cuando un paso desprevenido no evita su breve chapoteo en el piso.

Estos accidentes menores son recuerdo de lo que no está,

de lo que pasó sin estridencia ni importancia,

pero recuerdo que insiste con efectos concretos aunque mitigados.

Parecería que la lluvia no se quiere ir, aunque muy pronto

será anulada por el sol implacable y la memoria imprecisa.

La lluvia no sabe, pero si pudiera hacerlo sabría

que ahora el aire y el suelo están más limpios.



Corolario epistemológico:

siempre subsiste alguna esperanza.



Hablar y Habitar, las dos sistemáticas de la significación cuyo ejercicio y construcción diversificada y permanente, nos constituye como especie humana, se desarrollan en el espacio y el tiempo. Cabe señalar que Hablar y Habitar, al igual que espacio y tiempo son entidades en las que siempre se está en ellas, que nos enmarcan, que su comprensión se hace difícil porque no se puede ponerlas afuera o frente a nosotros, no se puede convertirlas en dóciles objetos de estudio, puesto que nos incluyen y hasta cuestionan la distinción sujeto-objeto.

Pero más allá de las complejas controversias y concepciones enfrentadas que espacio y tiempo han disparado en todas las prácticas sociales, en cada caso su presencia es inevitable. Desde las políticas a las artesanías, o desde las religiones a los deportes, espacio y tiempo requieren ser considerados y en lo posible controlados.

Sin embargo, puede reconocerse que el Habitar, al reclinarse sobre el Estar se inclina en el mismo gesto sobre la espacialidad, espacialidad de la que no puede desligarse en ninguna instancia práctica o teórica. En cambio, el Hablar, especialmente cuando explícitamente se aboca al Ser, se inclina por el Tiempo, que tiene la condición de discurrir tal como discurre la palabra, aunque ese propio discurso duda sobre si no se trata de un inevitable escurrirse del Tiempo y la palabra. Cabe consignar que ese decir metafísico siempre se siente deslumbrado por el espacio pero que, por eso mismo, nunca puede verlo ni, en consecuencia, encuadrarlo en su objetividad discursiva.

Si hemos hablado de sistemas de significación, la codificación les es inherente y con ello la existencia y circulación de los signos. Con la reiteración casi inconsciente del signo, se produce su naturalización, su identificación con la realidad, el olvido de su artificialidad primigenia. El arte, el diseño y la teoría son acciones renovadoras, recodificantes, que habilitan el circuito constituido por un origen convencional, la naturalización y la recuperación de su artificialidad, configurando así la estructura social del código.

Existe una producción humana donde toda esta compleja trama de Hablar y Habitar, espacio y tiempo, codificación, naturalidad y artificialidad, parece confluir y desarrollarse con esplendor no exento de alta conflictividad. Esa producción es la Ciudad.

La ciudad parece reunir muchos de los atributos de un código: implica una partición ordenada del espacio, se asignan y delimitan ahí los comportamientos, resultan así significativos sus lugares, se acuerdan las conductas apropiadas a cada ámbito, se asumen como funcionalidad natural dichos acuerdos, y se manifiesta la artificialidad como procedimiento recodificante en las poéticas arquitectónicas que la renuevan.

Sin embargo, la ciudad no es producto teórico, es por el contrario, marco real de la experiencia; no está compuesta por unidades abstractas sino por el resultado del trabajo y la capacidad técnica y artística de sus habitantes, por las consecuencias de sus intereses y ambiciones. Parece necesario, entonces, otorgarle un particular sentido; la ciudad es el reverso concreto del sistema abstracto, es la materialización del código.

El tiempo y el espacio se entrelazan y superponen en ella. Sus dos modos básicos de reconocimiento son el enfoque y el recorrido.

Enfocar es hacer significativo un grupo de elementos próximos, evidenciar una relación apoyada en la contigüidad, en la espacialidad. Por eso el enfoque –correlato del sintagma lingüístico- es objeto de la gestión del pintor y del fotógrafo, búsqueda de las imágenes.

En el recorrido se van asociando elementos no iguales sino similares; la visión de una cúpula evoca a las otras cúpulas, cada portal remite a los otros portales. Se manifiestan, las asociaciones en ausencia, generadas por la memoria de la ciudad. Se trata ahora del correlato del paradigma lingüístico.

Algunos juegos retóricos de inversiones o simetrías especulares del habla se aplican con peculiar pertinencia y sugerencia explicativa a la ciudad.

Se puede describir a la ciudad como:

– el espacio de la política o la política del espacio.

– el lugar de la historia o la historia del lugar.

– el centro del poder o el poder del centro.

– el ámbito del arte o el arte del ámbito.

– el intercambio de la experiencia o la experiencia del intercambio.

Esta recurrencia de la imagen especular en la noción de ciudad parece responder a la condición, específicamente humana, de tomar conciencia de sí mismo al enfrentar su propia condición. Dos notas definitorias de la ciudad son el encuentro y la construcción, porque el hombre se reconoce en los otros hombres –el fundamento del encuentro- y en el resultado de su producción –el sentido de la construcción-.

§  Habitar la Tierra

 La instalación de la ciudad fue una instancia decisiva o punto de inflexión en la relación de los humanos con la espacialidad, con su instalación fueron innumerables las cosas y las instituciones que se instalaron.

Pero eso ocurrió muchos milenios después de nuestra inicial constitución, a lo largo del proceso de la progresiva determinación de una especie que emerge de la naturaleza muda y estable, para acceder a su interpretación y su transformación. Desde los orígenes en el abandono de la foresta para el aventurado despliegue por la llanuras, la espacialidad signó la realidad y la intención de los seres humanos.

Uno de los rasgos más notables y verificables fue su voluntad inquebrantable por ocupar todos los lugares, desde los cálidos pastizales a los helados pedregales, desde las costas marítimas a los bosques que bordean los ríos caudalosos. Lentamente fuimos ocupando todo el planeta, una voluntad, casi una compulsión por avanzar parecía orientar nuestros pasos. 

Así habitamos la Tierra, muchas veces sintiéndonos parte de ella, otras veces hijos de ella, o bien cuidadores meticulosos. También tomamos actitudes menos reverentes, fuimos obligados recolectores antes del cultivo y la cría, nos encarnizamos con crueldad entre nosotros por adueñarnos de sus riquezas reales o imaginadas.

Pero hasta no hace mucho la insignificancia de nuestro poder no tenía consecuencias sobre una naturaleza que nos excedía y, tal vez, nos perdonaba. El poder que como especie ostentamos hoy hace que la Tierra ya no pueda albergarnos si los más crudos y bajos intereses circunstanciales priman sin contención alguna.

Lo cierto es que desde hace varios siglos –para fijar una fecha digamos desde el tiempo de los grandes descubrimientos que comienza hacia fines del siglo XV- la actitud de Europa occidental fue conquistar la Tierra. Que a los personajes principales de esta etapa se los llame de manera valorativa Conquistadores no deja dudas.

La relación con la Tierra rápidamente pasó, como su lógica imperial implica, de la conquista a la voluntad de dominación, dominación de la naturaleza y de los pueblos. Ni los pueblos ni la naturaleza se dejan dominar tan fácilmente, la magnitud territorial ante la que se enfrentaban y la perseverancia en sus valores y en su libertad de los pueblos no hicieron simple esta tarea de sometimiento que, de todos modos se fue progresivamente imponiendo aunque afortunadamente sin logros totales.

Dominada y controlada la Tierra el paso siguiente consistió en su explotación, puesto que para ello se habían puesto los esfuerzos de conquista y dominación. La explotación no tuvo miramiento o restricción alguna; desde la devastación hasta la esclavitud fueron instrumentos utilizados sin reparos.

Hoy los límites que requieren estas políticas no derivan de una toma de conciencia por parte de los explotadores de la iniquidad que comporta, de la violencia moral que conlleva. Hoy los límites más objetivos los impone la propia Tierra, la Tierra lo dice en el lenguaje de la destrucción y contaminación de las aguas y los aires, de los desastrosos cambios climáticos que ya están en marcha, de la extinción de especies y los desequilibrios ecológicos.

Los necesarios e impostergables cambios sustanciales que se necesitan no vendrán de la mano de los que recogen la herencia de la conquista, la dominación y la explotación. Vendrán de la renovación política y social de quienes fueron los conquistados, dominados y explotados. En esa dirección debemos poner todo nuestro esfuerzo.

Nada será fácil ni cedido con benevolencia y comprensión, pero en esto se nos va la vida, la nuestra y todas las vidas de un futuro que queremos preservar.

Se trata simplemente de construir una Estrategia para Habitar la Tierra.

REFLEJOS

He visto el agua en la Luna,

he visto la Luna en las aguas.

He visto los frutos del verano,

he visto el verano en los frutos.

he visto la sangre de los pueblos,

he visto los pueblos en la sangre.

He entrevisto la crueldad sin límite.

no me atrevo a mirar el espejo.



Corolario epistemológico:

una mirada dispuesta a ver

nos maravilla y nos avergüenza.




Figura 1
         
Figura 2 

Figura 3 
Figura 4 
Figura 5 
Figura 6 


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